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Los cuentos de Ricardo A. Kleine Samson

La ciencia.

Como a casi todos los chicos me encantaba observar ver caer las semillas de Fresno o de Arce. Una parte densa y compacta ligada a un ala que revoloteaba por al aire. Con el tiempo deduje que esta ala seria como una vela por la cual el viento la ayuda a trasladarse a algún remoto lugar. Me asombre el día que al romper esa parte dura descubrí que en su interior estaba la verdadera semilla, el resto era solo un vehículo biológico con que la naturaleza superaba y aprovechaba los caprichos de su entorno. Con estos escasos datos deduje mi primer conclusión para imaginar la vida de ellas. Mas adelante aprendí que no caían por si mismas, la fuerza de la gravedad las atraía a la tierra, que algunas maduran en el otoño y caen, solo para que el frío y la humedad del invierno ablande su corteza y facilite su germinación en la primavera. También aprendí que la fuerza electromagnética suelda a los átomos y los asocia en cadenas moleculares que entre otras cosas forman semillas como las que yo veía, que los núcleos de los átomos se forman en el horno de viejas y antiguas estrellas desvanecidas y que viajan por millones de kilómetros en el espacio.

El día que comprendí todo esto, sentí una infinita alegría y una gran tristeza. Me alegre de saber como y porque pasan las cosas, pero mi alegría fue mayor cuando comprendí que el conocimiento no destruía la visión poética con que me seguía maravillando al ver caer las semillas. Pero estos nuevos ojos con los que observaba estos fenómenos se entristecieron cuando el viento del otoño despidió a las semillas de su cuna y con su caprichosa energía las incrusto definitivamente en al asfalto de la Avda. Caseros esquina Perú, en el Barrio de San Telmo, mientras los neumáticos de un colectivo de la línea 65 eliminaba su ultima posibilidad de vida. Sentí vergüenza ajena y me dije: ¡Algo anda mal!.

Nada garantiza que las propiedades emergentes que generan las fuerzas sobre la materia aseguren la vida. Nosotros, los humanos, somos hijos de esa posibilidad, ni más rica ni más pobre, en un mismo plano de dignidad, Einstein decía que Dios no juega a los dados. El sentido más profundo de la ciencia es promover la posibilidad del cambio hacia una vida más armoniosa. Cuando mi madre me decía:...."Ricardito, no metas los dedos en el enchufe, te dará corriente y té poder morir", estaba haciendo ciencia y en función a su conocimiento yo cambiaba.

Tengo para mí que la ciencia tiene infinitos conocimientos para educarnos, muchos mas que el arte, que la religión, o la filosofía, y que de hecho las potencia enriqueciendo el espíritu y llenándolo de sabiduría, con lo que se destruye la cultura del comentario sin fundamento. En la imposibilidad de generar algo nuevo se funda la necesidad de revalorizar lo aprendido como potencial modelo de cambio. Así como yo me desvelo tratando de comprender la teoría de la relatividad, los científicos deberían estudiar literatura o leer mas poesía, no para contarnos historia de átomos buenos o malos, sino para llegar a los ignorantes como yo de una forma más directa y contundente, enseñarnos que la energía universal no mal gasta un mínimo de si misma en hacer algo sin sentido.

Los científicos no son unos locos despeinados abstraídos del mundo, o a la inversa: Sean unos desprolijos como Einstein o elegantes como Prigolline, son los apasionados e inteligentes artesanos que pueblan los talleres o laboratorios del micro o macrocosmos. Son los verdaderos artistas buscando eliminar la especulación o reducirla al mínimo. La ciencia es una actitud frente a la vida. No son magos, aunque están dentro de una galera en la que no aparecen conejos pero si una maravillosa magia que enriquece el espíritu del niño o del adulto. Por ella desaparecen los manuales de autoayuda, el esoterismo o los charlatanes disfrazados de profesionales. Nace la armonía. Le da sentido a la Fe y la esperanza.

La ciencia es un dialogo con la naturaleza, ¡Es un lenguaje!, que como el nuestro, apenas alcanza a comprender, sin llegar a lo profundo, o a lo esencial. Es nuestra humana manera de comprender. Es el único lugar del cual podemos nutrirnos de conocimiento y reflexionar sobre ello, entonces me imagino al Papa en la soledad de su cuarto a escondidas y sin que nadie lo vea, tratando de comprender la "verdad absoluta" del "misterio" del génesis, con el aporte de la teoría del "Big bang". La ciencia no es certera, porque el universo tampoco lo es, pero es el lugar en el que más nos maravillamos. Es como la materia gris de la filosofía, del arte o de la religión.

Para terminar, me niego a ser objetivo, no se puede ver nada sin los ojos humanos del observador, seria tan aburrido como subir 50 pisos en un ascensor sin espejo.

 

 

 

Ricardo A. Kleine Samson

Neuquen, 19 de Junio del 2000

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