logocultura.gif (1257 bytes)


C A N A L E S

ARTE

HISTORIA

LITERATURA

 

S E R V I C I O S

EL FORO DE LITERATURA

 

Agregar recursos | Colaboraciones y Sugerencias

Los cuentos de Carlos Fierro

La vida efímera

No tardé en encontrar algo interesante sobre el suelo del parque. Es uno de los alicientes de hacer footing: de cuando en cuando uno se topa con algún objeto tumbado al suelo, como si el sol estuviera tomando, del cual puede hacerse dueño con tan sólo agacharse a tomarlo. Cuando salía a correr en aquellas mañanas de fin de semana, y mientras la ciudad aún se desperezaba, me sentía rastreador de la zona -de las calles, los parques-, como una rata que busca alimento, olfateando aquí y allá en busca de algún objeto caído.

Esta vez lo que encontré no fue propiamente un objeto, pues había hallado tirado en el suelo un monólogo: un precioso ovillo de frases que por su tamaño, parecía ser bastante breve. "Tal vez de algún filósofo", pensé, "o bueno, de un charlatán cualquiera". Sea como fuere, estaba realmente interesado en escuchar aquel monólogo de tan buen aspecto, y puesto que llevaba el "mentiroso" encima, quité la cinta que estaba oyendo, para oír lo que acababa de encontrar. El "mentiroso" es el nombre que le doy a lo que muchas otras personas llaman walk-man. Según mis conocimientos del inglés, walk-man significaría algo así como "¡Anda, hombre!", una respuesta bastante común a una mentira que nos están tratando de colar. Por eso me gusta llamarle "mentiroso" a ese aparato.

Metí como pude el ovillo de frases en el aposento destinado a las cintas y pulsé el "Play":

"Los años pasaron lentamente, pero ahora lo recuerdo todo como si hubiera ocurrido en un momento. Soy capaz pasar de los recuerdos de mi infancia a los de ayer mismo en un instante, y eso me da vértigo, me hace pensar que todo mi pasado ha quedado concentrado, como dije, en un momento, y me veo capaz de abarcarlo todo él con mis pequeños y debilitados brazos. ¿Tan poco me queda?

Me gusta cómo suena la televisión cuando está encendida. Me gusta ese ruidito agudo, perceptible desde cualquier habitación de mi casa. Es la mía única compañía que tengo en todo el día. Un ruido, sí, es ahora lo poco que tengo después de tantos años..."

No me gustaba lo que estaba oyendo, así que paré el "mentiroso". Nunca he entendido bien este tipo de aparatos, y de otros que están por todas partes: la televisión, los coches, los ordenadores... Sobre el "mentiroso" tengo una explicación que me parece muy válida, y que me permite entender por qué nos gusta tanto la música que oímos en él. Yo pienso que las cintas que oímos son como si fueran fuentes de agua, supongo que de agua "musical" o "melódica", la verdad es que no sé cómo debería llamar a este agua, pero podría ser uno de los que dije. Así que una vez colocada la fuente en su lugar, el agua asciende por los cables que llevarán la riada hasta los cascos. Yo a veces he llegado a oír cómo el agua corretea por dentro de los cables. Una vez llegado el agua a nuestras orejas, encontramos cierto placer, y con las primeras notas nos sentimos como con las primeras gotas que nos salpican el cuerpo en una ducha fresca. Pero en seguida llega lo mejor: a través de las cavidades del oído, el agua entra en nuestro cerebro, nos moja y nos baña por dentro. Nuestra cabeza se llena de agua, como pecera, de ese agua musical, colándose por todos los rincones. Es entonces cuando la música nos relaja y nos refresca, y uno se siente como si estuviera flotando sobre el mar, nadando, o jugando simplemente con el agua clara. Y aunque muchos afirman sentir la música como si estuvieran flotando en el aire, yo sé que lo están haciendo en el agua.

Seguí haciendo mi footing de fin de semana correteando un poco más, como el agua por los cables, por las vacías calles del lugar. De regreso a casa iba pensando en lo que había oído en la cinta. Aquel hombre del monólogo, me parecía que llevaba una vida demasiado triste, melancólica. Sentí cierta lástima por él. Me imaginé entonces que en vez de haberme encontrado un monólogo, había dado con un diálogo, en el que yo mismo era uno de los que participaban en la conversación. Llegado a casa cogí pues un micrófono y lo enchufé al "mentiroso". Rebobiné el ovillo que aquel señor debió perder en el parque y de nuevo, pulsé "Play": "Los años pasaron lentamente, pero ahora lo recuerdo todo como si hubiera ocurrido en un momento", oí por los cascos. Antes de dejarle seguir cogí el micrófono con decisión y dije:

-¿Hola?

-"Hola", me contestó una voz.

-Ya he oído tu monólogo, así que no es necesario que me lo des otra vez. Me ha parecido un monólogo un poco triste.

-No es que el monólogo sea triste, es que yo lo soy.

-Si te soy sincero, te diré que no me gustan las personas tristes, pues me entristecen a mí también. Supongo, por otro lado, que si yo soy más alegre que una persona triste, cuando estemos los dos juntos, yo alegraré a esa persona a la vez que ella me entristece a mí, pero creo que soy demasiado egoísta como para pagar con pena el alborozo ajeno. Creo que los tristes muchas veces no están preparados para encontrarse con los alegres a no ser que éstos se salpiquen de su pena, así que parece costumbre que dos personas con distinto estado de ánimo se encuentran en punto intermedio.

-Bueno, si siendo así, perdona, supongo que no te será de interés seguir prolongando este diálogo.

-No, en fin, tampoco es eso, encontrémonos.

-Vale, te lo agracezco. ¿De dónde me viene la tristeza esta que me baña ? Siempre fui una persona feliz, vamos, una persona normal, como todo el mundo, supongo, agradecida de la vida. De ahí que comprenda algo de lo que me dices. Pero llegado a una cierta edad, cuando mi cabello empezó a vestir de blanco, un fatídico cambio en mi modo de pensar me echó a perder todo mi pasado, que con tanto cuidado y esmero hasta el momento había ido construyendo. Comencé a ver mi toda vida como un inmenso error, un error que ya no podía ser corregido. Sólo nos está permitido cambiar, en la medida de nuestras posibilidades, el presente y el futuro ¿y qué futuro a esa edad podía esperarme?, mientras que el pasado permanecía como una gigantesca roca que jamás podría mover. Todos cometemos errores, y todos tratamos de subsanarlos, pero cuando se trata del error de toda una vida, ¡Dios mío! ¿qué puede hacerse? Me pregunto, como tal vez te estés preguntando tú, si realmente tan mala fue la vida que llevé. Siendo sincero contigo y conmigo mismo, diría que no, y así, durante años fue la que deseé. Todo depende del punto de mira que se adopte. Para mi desgracia, cambié esa perspectiva en los últimos instantes, sí, cambié y ahora me parece haber desperdiciado el milagro de haber nacido.

-Si te ves capaz de cambiar el futuro, hazlo de inmediato. ¿No ves cómo puede cambiar el sentido de un libro cuando alteramos sus últimas líneas?

-Realmente ahí no tengo más que darte la razón.

-Pues mira, dejemos de hablar a través de este aparato, ¿sabes ?, me encantaría hacerte una visita, para que habláramos más tranquilamente, acompañados de un buen vino. ¿Me puedes decir dónde vives?

-Creo que llegas demasiado tarde, joven.

-Hombre, nunca es tarde.

-Yo ya no vivo. El monólogo que encontrase en el parque lo pronuncié unos días antes de morir. Tal vez si la providencia nos hubiera unido antes habría podido hoy mismo contestar a tu pregunta.

-¿Así que estás muerto?

Portada Latindex | La Prensa Latina | Guía de Buscadores Latinos
WebCams Latinas |
Cultura Hispánica | Guía del Ocio
Central de Recursos Gratis | MegaBolsa (Finanzas e Inversión)


LATINDEX © 1.999-2.002
Todos los derechos reservados

Latindex.com es propiedad de Francisco Martín
Cualquier reproducción total o parcial debe contar con su autorización expresa
Optimizado para una resolución de 1024x768 píxeles y Explorer 4.0 o superior