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Los cuentos de Carlos Fierro Noche de paz (continuación) Conduce despacio, con tranquilidad. Las calles están vacías y negras, aunque los semáforos son rojos y verdes. De cuando en cuando me mira y se sonríe, pero parece muy concentrado mientras conduce. Estoy con un extraño en su coche y me lleva a su casa. Yo estoy a gusto y le contemplo como si estuviera viendo una película. Miro cómo agarra el volante, cómo cambia de marcha, cómo mira de vez en cuando al espejo retrovisor. Através de esos gestos, de esos movimientos, trato de adivinar y me imagino cómo es él. Sólo me veo capaz de atribuirle cosas buenas.
- ¡Con qué tranquilidad conduces! - Claro, no tenemos prisa, ¿no? - Ya, pero... - ¿Tú tienes prisa? - No, yo no. - Yo tampoco. - Ya, si te lo decía porque me sorprendía...
No me responde y se ríe. Se ríe mirando hacia delante, hacia sus calles negras que atravesamos con el coche.
Y allí donde todas las calles terminan, allí vive él. Antes de salir del coche nos besamos. El no me acaricia, pero me toma entre sus brazos con fuerza, como si me quisiera más que hace 15 minutos. Me da un beso de fresa y yo le devuelvo uno de nata.
El ascensor de su casa es de esos antiguos de hierro, de esos que llevan alrededor, como una bufanda, las escaleras del edificio. Vive en el tercero. El edificio es antiguo, aunque no mal cuidado. Nos empezamos a besar en el primero, y cuando nos dejamos de besar ya estamos en el quinto. El, caballero, me abre la puerta del ascensor y me dice que a la izquierda. Y yo voy a la derecha para dejarle paso hacia la puerta de su casa. Mientras trata de abrir la puerta, le miro. Tiene un buen culo... bueno, en realidad me gusta su cuerpo entero. Hasta ahora no me había fijado demasiado bien en su físico. A mí los hombres no me entran por los ojos. Entramos en su casa y vamos directamente al salón.
- ¿Qué quieres tomar?
Me siento en ese confortable sillón
- ¿Tienes Coca-Cola? (que nadie me censure por hacer publicidad, es que Coca-Cola patrocina este espacio. ¿Qué espacio? Este: ) - Mejor lait, ¿no? (se refiere a light, pero no sabe escribirlo en inglés) - Lo que quieras - Lo decía de coña, sólo tengo Pepsi - Esa marca no me vale (coño, a ver si el patrocinador nos retira su apoyo) (- ¿Eres chica de marca?) (- No, mira, es que este espacio está patrocinado por Coca-Cola.) (- ¿Qué podemos hacer? Yo no tengo mucha experiencia en patrocinios) (- Tú di que tienes Coca, o mejor di que tienes Couk, que eso les sienta muy bien) (- Pues te jodes, que sólo tengo Pepsi.) (- Venga tráeme una Coca-Cola, joder, que lo hemos hablado entre paréntesis.) - Venga, te traigo una Couk.
Trae dos latas de Coca-Cola, una para cada uno, y dos vasos. Las latas están muy frescas al tacto. Tengo sed y bebo directamente de la lata. Me bebo la mitad. Tenía mucha sed.
- Está muy bien tu casa - Si fuera mía de verdad... - ¿No es tuya? - Estoy empezando a pagarla. No es gran cosa, pero está bien. - ¡Está muy bien! Ya quisiera yo. - Sí, bueno, no está mal del todo... - Oye, hablando de tu casa, ¿dónde está el servicio? - Ah, está ahí al fondo.
Me levanto, le doy un beso y voy hacia el fondo. Me cierro en el cuarto de baño. Me miro en el espejo. Tengo el pelo un poco revuelto y me lo coloco como buenamente puedo. Creo que estoy más atractiva, más sensual con el pelo un poco alborotado. Me veo guapa. Mientras me observo en el espejo y me imagino cómo me verá él, me voy desabrochando el cinturón y luego los botones de mis Bonaventure. Voy hacia el retrete y me bajo los pantalones y después las bragas. Las bragas están humedecidas por la excitación de la noche. Me siento y meo. Tenía muchas ganas y me quedo más relajada. Echo el último chorrito de pis y me limpio con el papel higiénico rosa. Me subo las bragas y los pantalones. Me miro por última vez en el espejo mientras me abrocho el cinto.
Vuelvo al salón. Pero en el salón no hay nadie. ¿Dónde está este hombre? Estará en la cocina. Y voy a la cocina. Allí tampoco está. No sé qué hacer. Estoy en la casa de un completo desconocido y ahora no sé dónde se habrá metido. "¡Oye!", grito, para saber dónde está. Nadie me responde. Le llamaría por su nombre, pero aún no me lo ha dicho. "¿Oye?". De nuevo sin respuesta. Me siento en el sofá. No sé qué hacer. ¿Dónde puede estar que no me oye? Bebo un poco más de mi Coca-Cola. Ahora sí miro la casa como a un lugar extraño, como si de repente hubiera despertado de un sueño. ¿Dónde estoy? ¿dónde me he metido? ¿en casa de quién me he metido? Tomo otro sorbo de la lata. "¿Sí?", oigo de lejos. Hombre, me dice algo. Al menos sé que sigue por aquí. "¿Dónde estás?", pregunto en voz muy alta. "Aquí", oigo de lejos. Vaya con el tipo, ya me podía decir dónde está. Me levanto y veo que en la cocina sigue sin estar. La puerta del cuarto de baño la he dejado abierta y ahí veo que tampoco está. Hay dos habitaciones con las puertas cerradas, en las que antes no me había atrevido a entrar. "¿Dónde?", le insisto. Hago un gesto como para oír mejor, pero no oigo nada. No me responde. Vaya, a qué está jugando mi chico.
Muy despacito abro una de esas dos misteriosas puertas. Voy abriendo una puerta y veo una cama, y la abro un poco más y ¡él está allí! Está metido en la cama. Abro del todo la puerta y le veo ahí, metido en la cama, mirándome con una sonrisa dulce en los labios, esperándome. Yo también le sonrío y me acerco. Me arrodillo al lado de la cama y le doy un beso.
- ¿Por qué no me decías que estabas aquí? - Era para darte una sorpresa - Pues me estaba asustando un poco - Vaya, no pretendía que... - No importa... ahora conozco mejor tu casa - ¡Claro! -y se ríe - Oye, ¡qué ojos tan grandes tienes! - Son para verte mejor - Y ¡qué manos tan grandes tienes! - Para tocarte mejor, -y me regala una sonrisa- - Y ¡qué dientes tan grandes tienes! - Son para morderte mejor - Y ¡qué labios más grandes tienes! - Mmmm... para besarte mejor.
Le miro fijamente y le pongo la mano en la entrepierna.
- Y ¡qué polla tan grande tienes! - Para follarte mejor. - Anda, ¡qué jeta tan grande tienes! - Para follarte mejor. - Y ¡qué boca tan grande tienes! - ¡¡¡Para comerte mejor!!!
Se abalanza sobre mí y en tres segundos me tiene desnuda sobre la cama, boca abajo, mientras me come a besos. El también está desnudo y me besa el cuello y la espalda, los hombros y los brazos. Se apoya un poco sobre mí y noto su sexo sobre mis nalgas. Eso, junto a los besos, me excita. Su cuerpo está caliente y me agradaría que se tumbara encima de mí, que su cuerpo aplastara el mío. Sigo boca abajo, con la cabeza apoyada sobre mis manos. Me acaricia la espalda y de vez en cuando besa el cuello o la oreja. Yo también estoy caliente. Se echa un poco para atrás y me da unos besos en la espalda baja. Y me da un mordisco en el culo. Se detiene y con las manos me toca las piernas. Primero los tobillos y poco a poco va subiendo despacio. A la altura de las rodillas se da la vuelta y regresa a los tobillos. Agarra mis tobillos y con mesura abre mis piernas. Al abrirme las piernas una ola me recorre el cuerpo. Me acaricia las piernas abiertas y sobre todo los muslos, que a veces aprieta como con avaricia. Y mientras me toca empieza a besarme. Me besa los muslos, su cara interna y luego el culo. Yo entonces me doy la vuelta porque quiero tenerle más cerca. Me doy la vuelta y nos miramos a los ojos. El está de rodillas y veo su pene levantado. De un salto se echa sobre mí y nos abrazamos en un beso. Y nos revolcamos sobre la cama besándonos y regalando caricias a los cuerpos.
Me coloca boca arriba y me besa las tetas y el vientre y el ombligo. Su boca busca mi sexo y primero besa mi bello. Mis ojos están cerrados. Me besa en las ingles. Y mi boca se abre. Su lengua se pasea alrededor de mi sexo. Yo deseo su lengua. Abro un poco más las piernas, invitándole a entrar. Atenta a la invitación, su boca se morrea con la boca que tengo entre las piernas y con la lengua acaricia mis rosados pliegues. Me saborea. Yo me retuerzo de placer y la respiración se me agita. Su lengua juega con mis labios de abajo y a veces entra en mi cuerpo. Yo le agarro la cabeza con las dos manos y le aprieto contra mí. Me besa y me come. Estoy muy excitada y pienso en su cuerpo... me gustaría sentarme sobre su pene, sentirlo todo dentro de mí y bailar sobre él. Me sigue lamiendo y mientras lo hace introduce un dedo que se revuelve dentro de mí. Se me tensan los músculos y respiro con fuerza. Me besa el clítoris y sus dedos entran y salen de mí, cada vez a un ritmo más rápido. Eso me vuelve loca y mi cuerpo entero se convierte en tormenta.
Me besa las piernas, el ombligo, las tetas, el cuello, la cara, los labios. Su boca sabe a mujer. Ahora tomo yo la iniciativa y le coloco boca arriba. Me arrodillo a su lado y tengo todo su cuerpo delante de mí, para hacer lo que quiera con él, lo tengo entero para darle todo el placer del mundo. Le beso en la boca. El me mira, me mira a los ojos y me mira el cuerpo y me dice que estoy muy guapa y nos besamos otra vez. Sigo de rodillas con su cuerpo yaciente a mi lado. Le acaricio el torso, los hombros y los brazos. Mientras le acaricio le miro. Miro su sexo, grande y lleno de vida, hermoso, como un roble en primavera. Me gusta contemplar su erección y fijarme en los detalles de su pene. Le beso las piernas, que son fuertes pero suaves. Le abro las piernas y las sigo besando por su cara interna. Le doy un lametón en los huevos. Los beso y los abrazo con la boca. Mi lengua juega con ellos, los chupa y los descoloca. Los mordisqueo muy débilmente, los beso. Son como cerezas con las que mi boca hace malabares.
Empiezo lamer su polla, como el perro que se lame la pata, como el niño que saborea un helado de cucurucho, sólo con la lengua, de abajo a arriba, moviendo la cabeza y la lengua al unísono, como si estuviera intentando pintarla con una brocha. Empiezo por la parte de abajo y voy subiendo poco a poco hacia su cabeza roja y grande, que es como una ciruela. Mi lengua no deja de probar un rincón en su recorrido. La noto dura y firme, y me gusta su sabor. Una vez que he llegado hasta arriba, me la meto en la boca. A él le gusta y se retuerce. Su mano alcanza mi coño, que está húmedo y caliente. Mientras mi boca juega con su sexo, él me toca entre las piernas y me da placer. La tengo entera en la boca y con ella dentro la acaricio con la lengua. Mientras lo hago procuro estar una posición en la que él pueda ver cómo se la chupo. Mis manos tocan sus piernas y sus huevos. Subo y bajo la cabeza y mis labios recorren toda la longitud de su miembro una y otra vez. Eso le da más placer y ahora respira de forma más agitada. El empieza a moverse de forma que cada vez me tengo que mover menos y él va siendo en realidad quien mete y saca su polla de mi boca. Su mano me está trabajando el coño a veces con movimientos circulares sobre el clítoris y otras metiendo algún dedo que me quema por dentro. Yo también tengo alterada la respiración. Le agarro el pene como si fuera un micrófono y me meto la punta en la boca, que saboreo como un caramelo. Empiezo a balancear la mano mientras sigo chupando el caramelo caliente. Le miro a los ojos y veo que él, con la respiración entrecortada, está mirando cómo lo hago. Así, mirándonos a los ojos sigo comiéndole la polla y él se sonríe antes de volver a cerrar los ojos. Cuando los cierra es como si se retirara y se encerrara en su cuerpo para disfrutarlo.
Estoy muy caliente y quiero que me folle. Me incorporo y antes de nada, me siento de rodillas sobre su boca para que me chupe por última vez. Le restriego el coño por la cara y le digo que me meta la lengua. Estoy muy excitada y el cuerpo se me revuelve con los latigazos de su lengua. Estando encima de él se me viene a cabeza una idea fugaz de mearle la cara, esa carita de niño, la idea de que se bebiera mi meada y luego me limpiara con la boca. Pero lo que realmente deseo es una polla, quiero una polla que me haga sentir mujer, puta. Como si él hubiera podido leer mis deseos, me toma y me coloca a su lado boca arriba. Yo abro las piernas mostrándole el camino y él besándome se pone sobre mí. Siento todo el peso de su cuerpo sobre mi cuerpo. De un brusco golpe de cintura me atraviesa con su espada y me hiere. Y nos movemos al son de la música de dos cuerpos, danzando en un viaje sin retorno. Nos besamos entre respiraciones entrecortadas. Su polla, vigorosa y grande, no cesa en sus embestidas. Me gustaría también tenerla en la boca, comérmela, mamarla, chuparla como un bombón y sacar de ella todo el licor que tiene dentro. Pero no quiero que deje de follarme, la quiero dentro, muy dentro. El se para por un momento y me dice que si me pongo a cuatro patas. Sin dudarlo un momento, me coloco como él me ha sugerido. El se coloca detrás de mí y me acaricia entre las piernas.
La polla juguetea con el coño, como si no encontrara la entrada, y acto seguido entra con fuerza. Y folla. A cuatro patas, como si fuera una perra, como un animal, satisfaciendo los instintos más básicos, más bajos. Las tetas se tambalean con el movimiento, 1os huevos también y los muelles de la cama resuenan cada vez más. Los cuerpos están calientes, sudorosos, y la habitación entera huele a polla, a coño, a sexo. La perra está gimiendo con cada pollazo. Le cojo las tetas y se las aprieto. La polla sigue taladrándole el coño, como si quisiera atraversarlo y salir por la boca. Pero por la boca sólo salen gemidos. Me apetece cambiar de postura y le digo que se ponga encima de mí. Me tumbo boca arriba y se sienta sobre mí. Empieza a moverse con habilidad, como una abeja que mueve la cintura. Y me muero de gusto. El pelo le cae sobre la cara y sus tetas dan saltos con ella. Verla así, y follándome, me pone a cien. Yo cierro los ojos y sólo siento mi polla entrando y saliendo de su coño. Soy sólo polla. Siento un placer que casi no aguanto y la cabeza se me vuela y a veces es como si dejara de existir. Toco su cuerpo, sus piernas, su cintura, mientras ella sigue con el terrible vaivén que me está matando.
Me voy a correr, no aguanto más. He perdido el control sobre mi cuerpo, no sé dónde estoy, ni qué estoy haciendo, ni quién soy. Mi cuerpo se mueve por sí sólo, yo no hago nada. Sólo siento placer, un placer absoluto. Voy a estallar de un momento a otro, me desharé en mil pedazos antes de volver de nuevo a la vida. Nuestros cuerpos desnudos sudan follando. Le beso la cara y le muerdo con fuerza los labios. No sé en qué postura estamos, pero no para de metérmela una y otra vez, como una bestia que me destroza el coño. Gime como yo, o más que yo, o yo más que él. De repente, como si me hubiera caído un rayo, todo mi cuerpo se enciende, se quema y arde en unos breves segundos, y doy un último grito de placer. Silencio.
El aún no se ha corrido y sin apenas descanso me dispongo a ayudarle. Le cojo la polla y me la meto en la boca. Su polla huele a coño, está viscosa, pero me gusta su sabor a sexo. Se pone a chupar y miro cómo lo hace, cómo su boca se la come, cómo saca la lengua para lamerme, como una perra. La mano masturba enérgicamente y la boca chupa en mutua colaboración. Gime más que nunca, ya no sé si de dolor o de placer, pero yo sigo mamando esa polla de ogro, una polla que está a punto de convertirse en lluvia. La boca es divina dando placer y me está llevando al orgasmo. Quiero correrme en su puta boca, en su boca de puta y tragarme todo su semen. Estoy a punto de correrme, me doy cuenta y no quiero que se me escape ni una gota de su leche. La polla dentro de mi boca, como fuente intermitente, me baña por dentro, y yo sigo chupando para que me dé más si cabe. Bebo su champán blanco y saco la polla de su boca. Silencio.
Nos miramos a los ojos y dibujamos una leve sonrisa como de complicidad. Nos tumbamos el uno junto al otro y nos quedamos unidos en un abrazo. Mi mano recorre su cuerpo por unos instantes y, justo antes de cerrar los ojos para dormir, le beso al oído un te quiero. |
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Francisco Martín
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