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Los cuentos de Ricardo A. Kleine Samson

Elogios a la curiosidad!!!

Mi abuela, que vivía en Monte Hermoso Pcia. de Buenos Aires, solía decir que para que un desconocido supiera donde estaba la panadería debía, muy temprano, observar a los abuelos, todos iban o venían de allí. Por supuesto aconsejaba seguir a quien fuera con la bolsa vacía, lo contrario significaba terminar en la casa del perseguido, sin haber sido invitado. Mi abuela era sabia, aunque habrán notado que también era irónica.

 

……….El titulo de este relato evoca un muy agradable y simpático libro, que entre otros tantos escribió Mario Bunge, en el que con impecable sencillez, claridad y buen gusto, describe curiosas particularidades culturales de algunos de los diferentes lugares que ha recorrido por el mundo. En mas de una pagina me he tentado a comer motivado por el apetito que me despertaba la descripción de algunas exquisiteces culinarias típicas del lugar que describía. Parafraseando su titulo, aunque sin su autorización esperando no exponerme a un juicio por plagio, quiero relatar una mirada distinta con la que ayer observe una pequeña ciudad rionegrina, llamada Cinco Saltos.

 

………………La avenida principal, que sirve tanto de ingreso como egreso a la ciudad, como todas es de doble fila, ornamentada con frondosos arboles por debajo de los cuales se siente uno transitando por una pérgola. En la medida en que se avanza, la armoniosa paz del ritmo de su vida parece contagiarlo, como en una clase de yoga que desacelera el ritmo cardiaco a tal punto que uno se siente parte del universo. El vehículo parece desautorizar la presión del pie sobre el acelerador y sin querer circula a la misma velocidad que lo hace la gente caminando. Todas las calles están limpias y ordenadas. Su arquitectura, propia de los años sesenta, conserva, además del encanto de aquel tiempo, una prolija pulcritud que maravilla. Los árboles y sus jardines correctamente podados. Veredas anchas y gentiles. Nadie usa celular, al menos no lo evidencia, sin embargo parecen estar todos comunicados, sin que nadie pase inadvertido. Nadie respeta los semáforos porque obviamente no existen. Irrespetuosos, los vehículos, no frenan en las inexistentes sendas peatonales, y la gente, inconsciente, cruza por cualquier lado sin detenerse a observar si alguien lo va a pisar, quienes conducen los vehículos frenan y además cordialmente se saludan. Extraña manera de vivir !!.

 

…………..En esta ciudad, como en cualquiera del mundo, hay bancos, oficinas, comercios, empresas, escuelas, iglesias, carceles, bares, institutos de ingles y de computación. Hay Internet. No hay hipermercados. Hay ferreterías, librerías, farmacias, despensas, preciosa plazas con asientos íntegros y cuidados, hasta con algunos bebederos como los de antes. Me aventuro a suponer que su gente no consume esas mezquinas vanidades con las que otros se enorgullecen. Los autos no son modernos pero parecen nuevos.

 

………Mientras iba al lugar al que me dirigía me acorde de mi abuela y no sé porque me dieron ganas de ir a una panadería. No pude seguir su consejo, el polietileno reemplazo a las bolsas de los mandados, por lo que tuve que consultar la ubicación de alguna, con tanta suerte que fui guiado a la más antigua de la ciudad, en una gran esquina, como todas las cosas importantes de una pequeña ciudad. Ya en su interior me pareció recordar el mismo aroma a pan caliente que invadía la panadería del Monte Hermoso de mi niñez, el mobiliario aunque antiguo, perfectamente cuidado, lo que manifiesta la nobleza del material y el grado de conciencia con que fueron hechos. Me llamó poderosamente la atención tres inmensas carameleras llenas de golosinas y souvenir de cumpleaños o aniversarios, como gigantes tubos de ensayos llenos de dulzura, con los que antaño también yo me engolosinaba. Esta panadería no fue reciclada, estaba prolijamente cuidada y mantenida desde siempre, como si siempre fuese nueva.

 

…………Mientras esperaba ser atendido, era precedido por tres personas, dos hombre y una mujer, uno de los cuales le cedió su turno a Doña Amelia, mientras se disponía continuar la charla con su ocasional compañero, especulando sobre la posibilidad de que este fuera un buen año para la fruta, siempre y cuando no caiga una helada tardía o un temporal de granizo, ya le habían dicho en la cooperativa que en Europa iban a necesitar mucha fruta, porque además se la iban a vender a los Rusos y a los Chinos. Este dialogo entre dos ingenuos parecía describir una partida de ajedrez, en la que ambos desconocen las verdaderas intenciones de los jugadores, y que con toda seguridad, insospechada por ellos, no iban a ganar lo que imaginaban, muy a pesar de los mejores augurios económicos que pudieran tener. Cuando todos se fueron quede solo frente al dueño, de aproximadamente 40 años, quien acompañado de su madre me atendió cordialmente, porque en este comercio, como en casi todos los de esta ciudad, no se despacha a la gente, aquí se la atiende gentilmente. Los felicite, lo que me permitió mantener un dialogo por el que además de enterarme de algunas particularidades, me ayudo a conocer el lugar donde fabrican el pan. Me presentaron al maestro panadero, quien desde hacia años trabajaba en el lugar y ya había hecho varios cursos para aprender a hacer pan y otros alimentos, con las modernas maquinas que habían ido renovando con el tiempo. La incorporación de tecnología no impidió que ninguno dejara de ser un moderno artesano, porque en cada pan, cada galleta, bizcocho, maza o trincha que allí hacían había mucho de cada uno de los que colaboraban, todos sabían lo que hacían y nadie era ajeno a la responsabilidad de lo que producían. Sus manos eran tan activas como su inteligencia en algo que además ofrecían con cariño.

 

…………Me fui comiendo unos "cuernitos" felizmente sugeridos por el dueño, manejaba ahora por los barrios más humildes de la ciudad, en los que es evidente la falta de trabajo y de dinero. El mismo esmerado cuidado había en sus calles empedradas, en sus veredas de cemento o de tierra muy barridas y limpias, casa sencillas casi precarias, pero cuidadas, con arboles, césped y hasta algunas plantas que abundantemente florecidas se exponían sin el miedo a que alguien las arranque o se las robe. Lo curioso de estos barrios es que aun ante la evidente escasez de recursos económicos y educativos, existe una abundancia de voluntad con la que sin dudas se llevan a cabo aquellas cosas sencillas que honran a quienes las hacen, les da un aire superior, parecen hechos de otra madera. Todo tiene un propietario, aunque todo parece de todos.

 

………..En esta ciudad, como otras de Río Negro y del mundo, un ingenuo podría suponer que el tiempo no pasa, sin embargo una visión más sensata y realista alimenta mi conclusión definiendo lo contrario, el tiempo pasa como en todos lados, pero pasa bien, no enferma, su paso es armonioso y seguro. Por suerte muy alejado de esa estúpida eficiencia con la con la que algunos suponen crecer aceleradamente en la esquizofrenia y el abandono de la identidad de sus habitantes. En algo podemos todos coincidir, en Cinco Saltos todos los días alguien muere, mientras otros nacen, algunas parejas se separan, otras se juran amor eterno, algunos crecen otros se funden, el correo envía idéntica cantidad de telegramas colacionados y de postales, alguien llora mientras otros ríen. Su gente no a perdido esa hermosa costumbre de dar dos besos, uno en cada mejilla, muy distinta a la clásica cachetada de las grandes urbes.

………..Antes de volver me encontré circunstancialmente con un amigo, con quien comentaba estos aspectos, aunque su visión era algo distinta a la mía. Aseguraba que la gente era muy egoísta, conclusión que elaboraba luego de observar que no había chicos mendigando o pidiendo por las calles.

 

……..En Cinco Saltos, como en todo el mundo hay "locos", aunque curiosamente no hay psicólogos……..

 

Ricardo A. Kleine Samson

Neuquen, 28 de octubre de 1999

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